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EXPERIENCIAS EN UNA VARAMIENTO MASIVO DE CETÁCEOS

El 12 de febrero de 2015, ciento noventa y ocho ejemplares de calderón común (Globicephala melas) quedaron varados en la playa de Golden Bay, Farewell Spit, al norte de la isla Sur de Nueva Zelanda.

Después de enterarnos de la botadura masiva y de la necesidad de un elevado número de voluntarios, sin dudarlo ni un momento nos dirigimos hacia Golden Bay. Cuando llegamos a Farewell Spit, nos espera todo un dispositivo montado para dar información y atender a los voluntarios que van llegando de las localidades más cercanas, del resto de la isla y de todo el mundo.

Con la ayuda de paneles informativos se nos explica brevemente las características de la especie que atenderemos y cuál es el procedimiento a seguir para velar por que cada uno de los animales se mantenga fresco, húmedo y lo más tranquilo y cómodo posible hasta que la marea vuelva a subir y se puedan reflotar hacia mar abierto. El calderón negro es un delfínido con la cabeza muy redondeada y prominente, de coloración negra con una mancha blanca ventral en forma de ancla. La aleta dorsal tiene forma de hoz y está orientada hacia atrás. Esta especie presenta dimorfismo sexual, los machos son considerablemente más grandes y robustos, pudiendo llegar a superar los seis metros de largo y pesar más de dos toneladas; mientras que las hembras no suelen medir más de cuatro metros de largo y pesan alrededor de una tonelada.
Su distribución ocupa mares templados y subpolares y su dieta se basa principalmente en calamar o peces de tamaño medio.

Según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) no se conoce su estado exacto de conservación debido a la falta de datos; sin embargo, sí se conocen las amenazas que afectan a las poblaciones de esta especie, siendo las principales: las capturas accidentales en artes de pesca y redes de deriva, la contaminación acústica antropogénica causada por sónares y rutas de alto tráfico de embarcaciones; así como la sobrepesca de las especies que conforman su dieta y el cambio climático, que podrían modificar su comportamiento, su distribución y las rutas migratorias.

Cuando nos adentramos en la playa, las primeras sensaciones son muy impresionantes. La imagen es desoladora debido a los ejemplares que quedan muertos sobre la arena y muy conmovedora al observar grupos de personas, pequeños y grandes, alrededor de cada superviviente, intentando mantenerlo con vida y esperando ansiosamente la subida de la marea.
De los ciento noventa y ocho ejemplares que habían varado inicialmente, quedan unos setenta y cinco vivos. El resto, la gran mayoría, pudieron volver a mar abierto la noche anterior después de los esfuerzos de los voluntarios durante toda la jornada. Desafortunadamente algunos murieron antes de la subida del agua.

Enseguida vemos un ejemplar sin gente alrededor, así que seguimos las indicaciones que hemos recibido. Mantenemos su piel cubierta con sábanas, toallas y trozos de ropa que nos han proporcionado los voluntarios, evitando así que la piel se le seque y se queme. Luchamos para mantenerla fresca, siempre evitando tapar el espiráculo, por donde respira. Constantemente tomamos agua de mar con cubos y se la echamos con cuidado por encima para poder mantener su cuerpo húmedo. Para que esté lo más cómodo posible, teniendo en cuenta que su cuerpo está preparado para el medio acuático y las dificultades que esto representa, escarbamos la arena que contacta directamente con sus aletas pectorales y la parte ventral de su cuerpo para ofrecerle algo más de espacio.
Para mantener los animales tranquilos en una situación que representa un alto nivel de estrés para ellos, todo el mundo evita el más mínimo ruido, nos rodea el silencio.

Después de más de cinco intensas, cansadas y frías horas, por fin se respira un ambiente reconfortante y de optimismo cuando la marea comienza a subir y a mojarnos los pies. Destapamos los cuerpos de los calderones, sacando sábanas y toallas, y continuamos mojándolos hasta que el mar cubre sus cuerpos.
Los profesionales del proyecto de conservación de cetáceos “Project Jonah” entran al agua, conformando una cadena humana, para asegurarse de que los animales nadan hasta mar abierto y que no volverán a quedar atascados como sucedió la noche anterior. Además, con la ayuda de barcas neumáticas intentan conducir, a lo que creen que es la hembra dominante, hacia mar abierto con el objetivo de que el resto del grupo le siga y asegurar así el éxito del rescate, ya que los calderones son animales con un alto comportamiento social, lo que provoca los varamientos masivos.

Es muy emocionante y gratificante ver cómo los animales son reflotados y devueltos a mar abierto y observar sus imponentes aletas dorsales a lo lejos volviendo a su hábitat. Nos quedamos, nosotros y el resto de voluntarios, horas y horas mirando hacia el mar desde un montículo cercano a la playa hasta que es oscurece. Nos vamos llenos de sensaciones muy contradictorias. Han sido unas horas muy intensas, cansadas, pero muy gratificantes. La sensación de impotencia ante el sufrimiento de los animales nos ha animado a seguir a pesar del cansancio, ante la gratitud que nos ha aportado luchar por la supervivencia de los calderones, esperando con impaciencia la llegada del mar, la subida de la marea, nunca antes tan deseada. Los momentos más angustiosos se han diluido compartiéndolos con los cientos de personas, de todo el mundo, pequeños, jóvenes y mayores que se han acercado a la zona para contribuir en lo que buenamente pudieran.

Desgraciadamente, y pese al esfuerzo de tantas personas durante dos días sin descanso, al día siguiente leemos en las noticias que nueve de los ejemplares han vuelto a encallar durante la noche, que para mayor dificultad, era iluminada por la luna llena, provocando una marea más alta que ha dejado a los ejemplares, ya demasiado débiles, muy arriba en la playa; por lo que no se ha podido ayudarles y los han tenido que sacrificar.
Según los conservadores del “Project Jonah”, Nueva Zelanda es uno de los lugares del mundo donde se producen más varamientos de cetáceos. Cada año en Golden Bay encallan cetáceos y en muchos casos se trata de varamientos masivos de calderones debido a su comportamiento social. Esta bahía forma parte de la ruta que siguen hasta llegar a la Antártida y los grupos de animales nadan hasta aguas poco profundas durante la marea alta; luego el agua retrocede rápidamente, de modo que quedan atrapados en la arena sin poder volver al mar. Otras causas de varamientos pueden ser malas condiciones de salud o lesiones de algún individuo que es seguido por el resto del grupo o bien por errores de navegación.